domingo, 13 de abril de 2008

Vanesa Rodriguez: "Con esto nunca te vas a morir de hambre"


Cabeza de la Compañía Alma Mora, la artista nació en una familia dedicada al flamenco. Hoy y mañana vuelve a la sala mayor de Teatro Real con el espectáculo "Contacto flamenco".


A los 9 años, Vanesa Rodríguez escuchaba a su abuelo y lo acompañaba a las fiestas donde se hablaba de España, de barcos e inmigrantes, mientras se cantaba y se bailaba flamenco.

El padre del abuelo había llegado a Argentina desde Murcia, del pueblo montañés de Moratalla. El bisabuelo se salvó de morir de hambre gracias a la guitarra y a las canciones que cantaba en la cocina del barco. A cambio de eso, los cocineros le daban pan y chocolate.

“Mi abuelo decía, ‘con esto nunca te vas a morir de hambre’. A los nueve años, yo aprendía sola, con un video y el espejo, y tocaba las castañuelas. Así saqué los bailes y a los 10 me presenté en el grupo de mi mamá (Nora Rodríguez), el Ballet Arte Mendoza. Mi mamá no me daba bolilla, pero gané la audición”, recuerda Vanesa, que no ha perdido la euforia.

También recuerda que volvía de la escuela y, sin sacarse el guardapolvo, se ponía con las castañuelas.

“Ensayaba toda la tarde con la música de Paco de Lucía, el tema Los cocineros, hasta que anochecía”, dice la bailaora que con el tiempo complementó la pasión con el estudio. Cuando ya de adulta, tuvo que preparar las clases para formar bailaores en Japón, contratada por una profesora de ese país, había palos (los ritmos del flamenco) que le sonaban de las ruedas con el abuelo y sus amigos. “Los japoneses son tan estudiosos que me pedían el repertorio de palos, aun los más antiguos, que se van olvidando”, cuenta Vanesa que viajó a trabajar allí a los 22 años, en 2001 y 2002.

Todos los tablaos.

En el relato de sus pasos inquietos, Vanesa cuenta que estaba muy cómoda en Córdoba, estudiando nutrición en la universidad, que tenía alumnos de flamenco, pero, un día decidió ir a Buenos Aires, sin saber muy bien por qué. Ésa fue la puerta hacia España y de ahí, a Japón, país con el que mantiene un contrato. En Buenos Aires trabajó en un drugstore más de 10 horas diarias y comenzó a bailar, primero en algunos lugares, después, en los tablaos porteños.

“Para trabajar, no tengo problemas. Hago lo que tenga que hacer. Sé adónde voy”, dice Vanesa y encara el capítulo español de su vida. En Madrid, ganó la audición a la que se habían presentado 70 postulantes. Fue en Amor de Dios, la escuela de flamenco del mundo. Hasta hace un año, viajaba regularmente a Japón, para trabajar en cinco escuelas y para presentaciones en galas flamencas. De la experiencia resalta la actitud de esa sociedad. “¡Son tan respetuosos de los talentos ajenos! Por eso llegan tan lejos. Me parece que es una actitud muy sabia. Nosotros nos encerramos y no vemos la capacidad de creación de los demás (ni la nuestra). Los japoneses admiran nuestra capacidad de expresión. Como no saben expresar los sentimientos a través del rostro, mis alumnos aprenden las ‘caras’ del flamenco. Ellos saben motivar desde un lugar muy diferente y por eso allá siempre el artista que va puede dar más”, explica.

Otra vez en Córdoba, junto a Nora Rodríguez, su madre, organizaron la escuela y comparten la cabeza de la Compañía de flamenco Alma Mora. El grupo vuelve al Teatro Real esta noche y mañana con su espectáculo Contacto flamenco. Lo hace después de haber pasado airoso por la temporada de Villa Carlos Paz. “Superó nuestras expectativas. Ahí éramos nadie. En Carlos Paz lo masivo sobrepasa lo que podemos hacer otros. Es difícil fomentar la actitud crítica; también es una plaza difícil porque hay gente muy cómoda”.

Después del Real, Alma Mora sale de gira por el país y ya está preparando un nuevo espectáculo. “Será muy contemporáneo, con mucha línea, glamoroso, más abstracto y habrá una historia de amor pero no hay una pareja como en Contacto flamenco”, adelanta la artista que lleva el baile en la sangre. “Esto no es un hobby. Trabajamos mucho. Es un trabajo de muchas generaciones que vienen peleando en el género. Más de 40 años”, señala Vanesa, la chica que creció en el tablao del abuelo.

Fuente : La Voz del Interior/ Córdoba.-


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