miércoles, 7 de mayo de 2008

FIESTA NACIONAL DEL TEATRO: Formosa recibe a los grupos del país


Más de 400 personas vinculadas al ámbito teatral argentino cambiaronla fisonomía habitual de la ciudad.


Cada año, la muestra de las delegaciones provinciales muda de capital. La ciudad de Formosa cambió su ritmo apacible y aloja a la población teatrera, calculada en esta edición de 400 personas (más numerosa que la anterior) entre artistas, técnicos, jurados, representantes del Instituto Nacional del Teatro y prensa.


La Voz del Interior, medio invitado a la Fiesta, está en contacto, esta vez a orillas del Río Paraguay, con la particular ebullición que genera el encuentro anual. Dos galpones de ferrocarril, reciclados, son desde hace un par de años, centros culturales con espacios ideales para montar obras de indagación, o que exijan modificar la comunicación con el espectador. Algo de reciclaje tuvo el espectáculo del representante rionegrino, La puñalada. Concebido como obra de danza–teatro bajo la impronta y la dirección de Susana Tambutti, el trabajo de Rubén Neira funciona como una galería de personajes retro, fuertemente aferrados a objetos–fetiche: el sombrero, la liga, el puñal, zapatos.


El unipersonal revela una estética que recuerda a los textos escénicos de la década de los ’80, cuando el collage posaba su mirada sobre íconos y clichés. En este caso, la milonga, la orilla y tantas historias ya dichas van apareciendo en el cuerpo de Neira.


Tambutti propone imágenes bien plantadas aunque la expresividad del actor queda subordinada a la manipulación de objetos. Enseguida después, el público se reunió en el otro sector del predio, en otro galpón. Allí, en un sector que debe de haber sido la oficina del ferrocarril, los tucumanos de Gente No Convencida Teatro ofreció su particular versión de una familia disfuncional: La familia punk. Un manojo de buenas ideas han perdido el rumbo, en términos de realización, ya que la decisión de poner el experimento en crudo, somete al espectador a una serie de chispazos sin desarrollo.


Los hermanos se pelean por una herencia; entre ellos hay violencia, incesto, corridas y variaciones absurdas para resolver el problema. El grupo transmitió la potencia de una historia que en la mayoría de los casos desconcertó.


El director Ezequiel Radusky estuvo muy solo frente al material generado por los actores y eso se traduce en la ausencia de una dramaturgia adecuada al impacto que el grupo persigue. También, en esos recorridos temáticos (la familia es el gran clásico) aparecen miradas sesgadas sobre las dramaturgias porteñas, a lo Spregelburd, sin la depuración y la reflexión necesarias. Un Brecht, por mendocinos.


En el Teatro de la Ciudad, la Comedia Municipal “Cristóbal Arnold”, bajo la dirección de Gladys Ravalle, ofreció su versión de La boda, de Bertolt Brecht. La obra pone a la vista, como le gustaba a Brecht, la fragilidad de la institución matrimonial, a través de un aparente divertimento, sencillo, con personajes típicos.


En la fiesta de casamiento se habla de una circunstancia inusual: el novio fabricó los muebles con sus propias manos.

La mesa con su torta, la novia con su tocado, los padres, hermana y amigos están ahí para cumplir con los ritos que el teatro reproduce ligeramente deformados.

Un toque en el maquillaje, los tonos de voz, la gestualidad de los personajes, hacen de lo obvio, un espectáculo que, en su momento, fue un buen ejemplo de la monstruosidad escondida en las situaciones más conocidas y naturalmente aceptadas. En perspectiva, los mendocinos logran una buena obra de repertorio, con precisión de reloj y buena respuesta del público.


Fuente: La Voz del Interior/Córdoba/Argentina.


Aportes y comentarios: alracul@gmail.com

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