viernes, 9 de mayo de 2008

CORDOBA: Comienza el festival "Señores niños; ¡al teatro!


Cosa de grandesLa octava edición del evento ofrecerá obras en varias salas y escuelas de Córdoba. También habrá funciones en el interior. Participarán elencos locales y de otras provincias.


El festival Señores niños: ¡al teatro! cumple la edad de gran parte de su público, ocho años, y, como los chicos a los que se dirige, quiere ser tomado en serio.

Y ya se lo ganó en sus sucesivas ediciones. Esta noche comienza el festival que ofrece a los más chicos una variedad de obras de elencos locales y de otras provincias, en una maratón que pasará con murgas, muñecos y payasos por salas de teatro, escuelas y espacios de la vía pública.


Este año, además, subirán vestuarios de colores, clowns y escenografías a un colectivo (bueno, a varios), pondrán primera, y tomarán la ruta para llegar a otros lugares de la provincia.


Vestidos para la ocasión (de pelucas, narices rojas, sombreros y pecas), se reunieron algunos de los integrantes de los grupos que forman el festival: Impresentables Grupo, La Jauja, Los Solitarios Banda de Teatro, Tres Tigres Teatro y Ulularia Teatro. “Lo principal es que este año el festival se agranda. No sólo porque se extiende a los barrios, las escuelas, y otras salas, con más funciones, sino que abre sedes en otros lugares de Córdoba: Serrezuela, Oncativo, Cuesta Blanca, Capilla del Monte, Carlos Paz”, cuenta Julieta Daga. “En Serrezuela vamos a sumarnos al Movimiento Campesino. La idea es movernos como agrupación a distintos lugares, también los invitados de Buenos Aires y Santa Fe”, añade Marcela Albrieu, que explica cómo se vive la experiencia de los dos lados.


“Estar en un rancho o en una escuela rural es muy diferente. Se hace la función en medio de los gansos, no hay luz y se trabaja con generador (cuando hay), van las familias, y luego se comparte la comida. Hay un ida y vuelta. Son zonas donde la transmisión oral funciona muy bien”, completa Laura Gallo. Todos para uno.


El festival, que además incluye talleres y cursos, apunta a que las producciones que se ofrecen a los más chicos sean de la mejor calidad posible.


A la vez, esta octava edición encuentra a los grupos ya consolidados como colectivo y al nombre del festival instalado. “Coordinamos todo entre todos. Si nos invitan desde otro lugar analizamos cuál de las obras puede ser más interesante ahí: si un cuento, una obra de clown, u otra”, añade Laura Ortiz. Historias de amor entre payasos, un monstruo tenebroso en una puesta con muñecos, o piratas que abandonan el barco en busca de un mar.


Los temas y las obras del festival son tan amplios como las edades de los chicos a los que se dirigen, pero los actores sostienen que, respetando las producciones y creaciones de cada grupo, comparten una idea en común. Marcela Albrieu comienza: “Estamos de acuerdo con que no queremos quedarnos con formatos hechos o ajenos, buscamos desafíos en los textos, lo escenográfico, lo musical”.


Y Liliana Villena completa: “Todos nos orientamos a un teatro directo, que llegue a todos lados. Y también nos unifica el clown, más allá de las particularidades de cada grupo u obra”. ¿La edad de la inocencia? ¿Y cómo puede un clown, con la inocencia como arma y una nariz como atracción visual, hechizar a pibes que ya saben cuántos giga tiene un MP3? Es una pregunta obvia, pero no deja de ser la del millón. Los teatreros saben que los chicos corren más rápido que ellos, y la experiencia como docentes (y como padres) da fe de esa velocidad.


“Lo importante –aventura Julieta Daga– es sacarlos del automaticismo, de toda la información que tienen, correrlos del lugar donde los ubica la sociedad de consumo y apelar a otras cosas más elementales, más básicas y simples. Trabajar otros valores, no desde la moralina sino desde lo emotivo, lo tierno. Por eso trabajamos con estéticas como el clown o los muñecos”.


Y todos están de acuerdo con que es necesario mover al niño de la cultura dominante. “El teatro independiente les da otra alternativa, mantiene la herencia cultural, apela a un espacio de encuentro, a otros vínculos”, añade Carolina Vaca Narvaja.


Con confianza en su público más chico, Julieta Daga toma la palabra y termina de observar qué efecto mantiene el encuentro teatral hoy: “Hay que llegar a la fibra.


El niño es niño, nosotros somos quienes lo transformamos en esa cosa acelerada y arrebatada. Si bajamos los decibeles y nos comunicamos, los chicos se prenden, salen renovados de la sala”. ¿La manera? “Parar, detenernos, observar, escuchar, comunicarnos.


No ir a ‘Qué gusto tiene la sal’ o ‘Por dónde se escapó el pajarito’, sino realmente despertar emociones, imágenes y, sobre todo, goce”. Así que, para despertar a los más chicos y buscar la atención de los más grandes, hora de abrir la puerta para ir a la función.


Fuente: La Voz del Interior, Córdoba, Argentina.


Aportes y comentarios; alracul@gmail.com

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